fijándonos en los rizos perfectos que su pelo tiene,
los dos hoyuelos bien marcados que tanto odio
pero a la vez quiero,
o me atrevería a decir en que tiene el número de pecas ideal para mí.
La chica fluorescente no es especial,
vamos, ni por asomo;
pero lo que hace que yo la vea especial,
es que cuando la toco,
la siento,
o la enverso,
siempre hace que yo me sienta especial.
Podrían pasar cuarenta años,
y la seguiría viendo igual de preciosa,
mística y fluorescente que siempre.
Y a vosotros,
almas vagantes que siguen buscando su chica o chico fluorescente,
sólo os tengo que decir que miréis a vuestra derecha,
cerréis los ojos,
y cuando los abráis ella estará allí,
moribunda,
pero con los hombros bien puestos para amaros.
Porque al fin y al cabo,
también ha encontrado a su persona fluorescente.
Creo que os tengo que dar las gracias por aguantarme, sí.
Precioso. Sin palabras.
ResponderEliminarMe ha encantado, me parece muy bonito el mensaje que transmite.
ResponderEliminarTe sigo, un beso!
http://relatosdeunolvido.blogspot.com.es/